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Resumen

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Mandoline et guitare (Picasso, 1924) es un cuadro ambiguo, construido conscientemente como una cabeza encubierta, oculta. Esta lectura secundaria de la obra cuestiona el contenido obvio de la lectura primaria, la naturaleza muerta. La ambigüedad fomenta la conciencia de la percepción visual del espectador. Una lección en la naturaleza de la representación, la pintura emana un sentido de lo extraño. Está secretamente habitada, reuniendo un valor de culto y de exposición, insistiendo en que “otros mundos” están localizados dentro del mundo que conocemos. ¿Puede una ambigüedad y sugerencia de otros mundos de este tipo presentarse en el caso de la arquitectura? Le Corbusier reverenciaba a Picasso, entendió su ambigüedad, y la trasladó a la arquitectura del Movimiento Moderno a partir de que con Hiroshima se vertiera la sospecha sobre la alianza de la arquitectura con la alta tecnología. Este artículo examina la obra de Picasso y el intento de Le Corbusier de impregnar la arquitectura con su esencia.

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