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Existe, entre los estudiantes de arquitectura, una tendencia instintiva a desligar todos los aspectos prácticos del proyecto y quedarse con los aspectos meramente formales. Esto lleva de manera irreversible a encontrarse con serios problemas a la hora de definir las etapas finales de la entrega, generalmente, instalaciones y estructuras. Estas suponen serios quebraderos de cabeza que llevan al alumno a "pagar" un precio estético para que el proyecto conserve, en la medida de lo posible, dichos aspectos formales. Todo esto se evitaría desarrollando conjuntamente diseño, instalaciones, construcción y, sobre todo, estructura. La clásica pregunta de si fue antes el huevo o la gallina, se puede aplicar al proyecto arquitectónico en los siguientes términos: ¿es la estructura al proyecto o el proyecto a la estructura?

Podemos encontrar ejemplos en los que, una vez definido el proyecto, la estructura se adapta a la forma concebida por el arquitecto. Quizá, el más claro sea el Guggemheim de Bilbao, en el que la ingeniería SOM de Chicago jugó un papel esencial en la adaptación de la estructura al proyecto de Gerhy. Por el contrario, la edificación de viviendas urbanas, adapta constantemente el pórtico tridimensional de hormigón a la definición del edificio en el que cambian las distribuciones y los aspectos estéticos externos.

El caso que nos ocupa es un claro ejemplo de estructura típica adaptada a las necesidades del proyecto en el que se combinan brillantemente las necesidades de un "solar" excepcionalmente complejo con unos aspectos formales que se integran perfectamente en el entorno y una estructura (la viga en celosía) que se adapta a todo lo anterior.

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