C. J. de Vogel e-mail(Inicie sesión)

Contenido principal del artículo

Autores/as

C. J. de Vogel e-mail(Inicie sesión)

Resumen

31
La autora analiza un ensayo de W. Pannenberg que examina la estructura de la noción filosófica de Dios en los Padres Apologistas griegos del II siglo. Para describir esta estructura P. toma como punto de partida el principio de dpxn (fuente y origen de todo lo que existe), principio que se encuentra desde los comienzos del pensamiento filosófico en Grecia en Thales y Anaximandro. Siguiendo a Werner Jaeger P. reconoce en estos pensadores "la búsqueda del verdadero Dios" y los entiende como "teólogos", verdaderos sucesores de los mitólogos; y no sólo sucesores, sino herederos: la idea misma de dpxn parece a P. determinada en estos pensadores por la idea que entonces se tenía de los dioses olímpicos. Pero estos dioses griegos "formaban parte del orden normal del mundo". Por este camino P. llega a afirmar que para los "filósofos griegos" la idea de Dios tenía el carácter de principio inmanente; afirmación esta un tanto desconcertante para cualquiera que sepa algo de la filosofía de Platón y de la de Aristóteles.

La prof. De Vogel demuestra que en el planteamiento de P. hay una serie de malentendidos referentes a la filosofía de Platón. Por una parte, la doctrina de la trascendencia del Ser inteligible y de su Causa última no nos permite hablar del "dios de Platón" como de un principio inmanente al mundo y a la naturaleza; por otra parte, la doctrina de Platón sobre la providencia divina es tan positiva y categórica que no se la puede ignorar. Platón no parte de la idea de "origen" tal como se encuentra en los presocráticos, sino que tiene un método completamente diverso, a saber, admitir la existencia de formas inteligibles, concebidas como realidad metafísica, primaria y arquetípica. Este "método de la hypothesis" le servía de base necesaria para explicar no sólo la existencia del mundo visible, sino también el hecho del conocimiento humano. Ahora bien, es en esta realidad puramente espiritual y de carácter primordial donde los cristianos han podido reconocer el ser trascendente de Dios, Ser perfecto y eterno.

Para P. la idea del Ser eterno se opone a la libertad de Dios en su relación con el mundo y con la historia. De Vogel le da la razón en dos puntos:
a) P. ha visto acertadamente que el pensamiento filosófico no es totalmente extraño a la fe cristiana: y ello porque la universalidad misma del mensaje cristiano implica la tarea de pensar la idea de Dios en términos filosóficos;
b) P. tiene toda la razón al reconocer que, para el pensamiento puramente filosófico, la idea del Ser perfecto y eterno no toma jamás los rasgos de un rostro humano y personal.

Para la Prof. De Vogel esto quiere decir que el pensamiento filosófico, dejado a sí mismo, no llega a la fe en Jesucristo. Jamás se podría estar seguro de que el "Altísimo" haya tomado la carne humana y vivido entre nosotros.

Para poder reconocer esto hace falta una fuerza distinta del pensamiento humano: hace falta la gracia. Pero esto no significa que la idea del ser perfecto y eterno sea falsa.

P., por el contrario, sostiene que la concepción griega del Ser perfecto y eterno se opone a reconocer la libertad total de Dios en relación a la historia. Le falta la idea de la contingencia. En consecuencia, se impone reelaborar la idea filosófica de Dios. Se impone una transformación radical.

Según el parecer de la Prof. De Vogel, P. debería haber advertido que, por medio de la idea misma de eternidad, el pensamiento griego ha expresado de una manera correcta el pensamiento judío del Dios eterno, presente a cada momento de la historia y de la vida humana. Con la idea de eternidad el pensamiento griego ha enriquecido y profundizado el pensamiento judío.

La autora reenvía aquí a la controversia entre O. Cullman y K. Barth a propósito del tiempo y de los eschata (1947) y a los artículos esclarecedores del P. L. Malevez, de los años 1941-1949.

Métricas

Search GoogleScholar




Detalles

Detalles del artículo

Sección
Estudios