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Resumen

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Las alegorías de la navegación tienen una prolífica tradición, tanto en el contexto clásico greco-latino como en el cristiano. La navegación puede aparecer como alegoría de la existencia: vivir es estar embarcado. El mar es metáfora de las tribulaciones humanas. También, cruzar los mares, es decir, transgredir el orden inviolable del macro cosmos, puede considerarse signo de ambición y avaricia. Navegar puede apuntar a una suerte de crítica cultural: se navega para salir de los confines en que uno vive, para mejorar la fortuna. La liquidez del agua y la liquidez del dinero abren la posibilidad, por otra parte, de cooperación entre extraños. El espectador, que desde la orilla contempla el naufragio ajeno, representa una condición existencial. En Quevedo alude principalmente al alejamiento del poder, el control de las pasiones y la vida retirada.

Palabras clave

espectador, naufragio, pobreza

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Sección
Estudios